16 de mayo de 2009

El fin de la amistad

Hoy, os dejo esta reflexión que he encontrado en un blog que se llama Principito Blanco Soltero Busca (invito a que lo visitéis). Habla un poco del fin de la amistad y sus causas. Expresa bastante bien algunos de mis pensamientos y reflexiones sobre este tema. Seguro, que ha pasado, me está pasando o me pasará en algún momento. Algo se acaba y algo empieza, es ley de vida.


Os copio el texto.

¿En qué momento acaba una amistad? ¿Qué preciso hecho quiebra su fortaleza? Las amistades pueden acabar, según mi parecer, de dos maneras diferentes. La primera, la imagino como una fractura de un pilar estable, como un cemento que soportara grandes presiones pero que, una vez que ha cedido ante un peso superior, se desmoronara convirtiendo la roca de su piel, en fina arena de mar. Una pelea, una discusión, un amor interpuesto, todo ello puede quebrar la amistad, crear un día nuevo, doloroso (o liberador) que se impone a nuestros deseos o razonamientos. La segunda manera, la más extraña para mí, es aquella en la que la distancia y el tiempo gestan cáncer de desidia y silencio, que acaba por romper los lazos, como los Baobabs del planeta del principito. ¿Ocurre en un momento determinado? ¿Acaso se trata de un proceso difuso que va desatando los numerosos nudos que se formaron las vivencias comunes?

Yo imagino la distancia y el silencio como dos fuerzas que empujan de un plástico en diferentes direcciones. Si lo hacéis, podréis comprobar que el plástico aguanta un tiempo, como la amistad, pero que si la fuerza es excesiva, veremos cómo una ola va palideciendo velozmente los colores y volviendo el plástico más transparente. Eso significa que “ha dado de sí”. Puede que no rompamos la continuidad de la tira de plástico, pero éste ya no volverá a su forma original. Ya no. Así creo que ocurre con la amistad. El tiempo caduca le llama que tintinea en la distancia, y la vuelve frágil, timida, hasta que lo que una vez brilló hasta cegar nuestras sonrisas cómplices, acaba por consumirse, temblando, en un letargo silencioso. Es curioso, pues la razón no acepta la pérdida, mientras que el sentimiento no alimenta el acercamiento. Es cuando no encontramos el momento para llamar, y mañana siempre es un momento mejor.

¿Qué nos queda entonces? Nos queda el recuerdo. Con suerte, un recuerdo dulce, soñador, que nos permita una sonrisa, y una mirada que generalmente se pierde unos segundo en ese espacio indefinido, que indica que la mirada no va hacia fuera, sino hacia dentro. Entonces la conciencia viaja a esos cuartos oscuros donde residen los recuerdos, como fotografías desenfocadas que se mezclan con sabores, olores y otros estímulos de los sentidos. Volvemos a vivir, por unos breves segundos (que en la mente, como en los sueños, variaban el pequeño cuerpo de Alicia en el País de las Maravillas), lo que quedó atrás y, sobre todo, los que quedaron atrás. Recuperamos en un instante, las sombras de lo que fueran esas amistad, volviendo a nosotros un torrente de momentos que se tropiezan unos con otros, y que cesan, volviendose rápidamente cobre y cayendo en el fondo de la memoria donde vagan silenciosos. No negaré la belleza de esos momentos, por minúsculos que sean, en el que recordamos a un amigo perdido, o lo cruzamos por algún lugar. Sucede entonces como cuando encontramos una vieja fotografía entre las páginas de un libro en una estantería cubierta, y que nos devuelve la vida que como si fuese polvo, todavía desprende.

La amistad parece un don más místico que humano, pues no depende realmente de la conciencia del ser humano, sino de algo tan incontrolable como el tiempo. Poco importa el ansia que tengamos de ser amigos de alguien, o de que ese alguien quiera serlo de nosotros. Bueno, importa para que estemos receptivos, claro, pero ni siquiera eso es determinante. Creo que ya he contado en otros artículos, cómo personas con las que quise una amistad, acabaron siendo fracasos, y otras por las que jamás habría apostado, resultan ser, hoy día, mis mejores amigos. Es la continuidad la clave, sin duda, la continuidad. No consiste exclusivamente en conocerse de hace mucho tiempo, sino de cultivar la relación, crecer juntos, compartir. Creo que ciertas amistades son para toda la vida, pero no porque en su interior habite un corazón vivo, sino porque quedaron atrapadas en un momento dado, y como un perfume, van desprendiendo los sentimientos que un día generaron. Pero han perdido la vida, el color, el movimiento, ahora son imágenes fundidas en nuestra imaginación, como lo puede ser el árbol al que subíamos de pequeños, o aquella esquina en que besamos por primera vez a alguien y que todavía parece darnos calor.

Podemos intentar la amistad, pero sólo intentar. Será potestad del tiempo permitirnos ese deseo, o transformarlo en un aparatoso error, como aquel juguete de pilas que nunca llegó a funcionar. La perseverancia ayuda, claro, pero lo que de verdad forja amistad, a parte del tiempo, es un deseo del otro, un deseo de presencia. Eso no se controla, como no controlamos el amor. Podemos besar a alguien con pasión, podemos jurarle amor, podemos repetirnos millones de veces, como gotas de lluvia sobre todos nuestros pasos, que es la persona que deseamos, pero si no hay ese deseo de humedad y calma, no hay amor. Al final besaremos piedra, y dormiremos lágrimas. Con la amistad ocurre igual, me parece, pues no es tan diferente del amor. Recuerdo que en la lectura de “Guerra y Paz” me sobrecogió una escena. En ella, el viejo conde, que tanto ha hecho sufrir y tanto ha humillado a su hija, en el lecho de muerte, pide la presencia de su hija, que nunca se había separado de él, y le dice algo así como “Tú, hija mía, eres mi única amiga”. Y muere.

Así pues, para acabar, vuelvo a plantear las preguntas. ¿En qué momento la amistad perdió su latido? ¿Pudimos evitarlo? ¿Debíamos, acaso? ¿Pudimos hacer más? Y por último ¿Dónde guardar a los perdidos?


PD.- Hoy Boda Astur-Saharaui. No te pierdas este sitio, con toda la información del evento ;)

1 comentarios:

Anónimo,  4 de junio de 2011, 5:05  

Realmente, es verdad, nadie habla en general del fin de una amistad,o las amistades que en el camino quedan.Claro algunas no son dolorosas, diria la gran mayoria, solo pasan en el tiempo, quedan el algun que otro recuerdo espontaneo.Pero que pasa con aquellos amigos/as que iba a ser para toda la vida? el viejo grupo para salir los sabados de verano, la barra del colegio, el amigo con el cual saliamos a emborracharnos y buscar mujeres en nuestra adolescencia.Donde quedan? porque a uno le quedan mas que recuerdos espontaneos... a fin de cuentas, se habla tanto del fin del amor, pero pocos comentan el dolor que tmbn trae el saber, que ya no es igual ese sentiemiento de presencia con el otro, que Ya no es lo mismo en si.El fin de una amistad, el fin de una etapa de la vida...

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