15 de junio de 2008

La vuelta de Indiana

Antes, en los tiempos en los que la soltería, pero, sobre todo, la ausencia de bebés dominaban mi vida, siempre me preguntaba por qué mis padres no iban casi nunca al cine, cuando a mí era una cosa que me encantaba y semana sí, semana no, allí estaba pagando mi cuota para ver la película de culto, la reposición remasterizada de un clásico o al superhéroe en acción al rescate del mundo en peligro.
Ahora ya voy pillando los motivos, y es que los nenes no dejan demasiado tiempo libre en horario de taquilla como para ir a la pantalla grande, así que o encuentras a un abuelo en disposición, o tienes que optar por ir dejando pasar el tiempo entre película y película.

La cosa es que el sábado pasado dejamos a Clara en casa de los padres de Eva a dormir la siesta y nos fuimos por ahí a comer. El sencillo sandwich en el YUPI a eso de las tres y media supo a gloria y, sobre todo, se pudo tomar con calma y con sobremesa de cafetín y tertulia, sin nadie que te esté preguntando continuamente "Qué e´teto papín? o "Tú que hate?" je je. Después, la tarde por delante y la sensación de ocio tras las ocupaciones paternales.

Se me ocurrió la posibilidad de ir al cine. Eva prefirió dar una vueltina por Gijón.

Aprovechando que estaba sólo, decidí ir a ver la última de Indiana Jones en horario infantil de 5 y media. Hasta los cines Centro fui a sacar la entrada. Prácticamente 6 euros para la entrada y una pequeña espera en la parte de arriba junto a los poco más de 20 espectadores que estábamos a esa hora.

La película, lo esperable, una aventurina de misterios, peleas, huídas y guiños inevitables a entregas anteriores.
Harrison Ford... yo no sé si es porque él está mayor o porque yo también le veo con otra edad, pero parece que ya no te crees tanto esos saltos y la eficacia impactante de sus puñetazos. De todos modos, fue una buena opción para hacer la digestión tranquilamente una tarde de sábado y disfrutar de los planos que aunque sea en esta saga, Spielberg siempre busca.
Os dejo un trailer para que le echéis un ojo a la película.

Me quedo, no obstante, con la sensación de que los cines de toda la vida están de capa caída y que no me extrañaría que en breve cerrasen todos y no nos quedase otro remedio que ir a las grandes salas de los centros comerciales para poder ver cine. En Oviedo, los cines Brooklyn y los Clarín ya han abierto este camino. Siempre nos quedará el recuerdo de las interminables colas en la calle, las entradas a 125 ptas y las bolsas de gominolas o palomitas introducidas "clandestinamente".

Disfrutad del cine!!

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